El color... lo que vemos, lo que nos mira...


EL COLOR: LO QUE VEMOS, LO QUE NOS MIRA
fragmentos sobre literatura, pintura y filosofía
juancgorlier@yahoo.com


En el bosque muchas veces sentí que no era yo quien miraba, 
que los árboles me miraban y hablaban y yo escuchaba
Paul Klee


Todo arte es sensorial pero como en ningún otro período las vanguardias modernistas insistieron en la importancia de las sensaciones para el arte y la vida.  Las sensaciones alcanzan el cuerpo directamente, sin rodeos, como un cortocircuito.  El color entra al cuerpo por los ojos y desde allí despierta otros órganos.  Por su resistencia a la palabra y a la imagen, y por su carácter inapresable, las sensaciones asociadas al color activan la creatividad y suministran un buen hilo conductor para adentrarse en la producción artística modernista.  El grupo de estudio virtual estará dedicado a analizar fragmentos de textos poético literarios, pinturas y ensayos de artistas, complementados con perspectivas filosóficas.  Los participantes tendrán acceso a materiales digitalizados (textos y pinturas) de Marcel Proust, Virginia Woolf, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Claude Monet, Vincent Van Gogh, Pablo Picasso, Kasimir Malevich, Maurice Merleau-Ponty, Gilles Deleuze y Jean-François  Lyotard, entre otros.






Juan Carlos Gorlier
Doctor en sociología (Universidad de Massachusetts), Masters en Trabajo Social Clínico (Boston University), Licenciado en Filosofía (Universidad del Salvador, Argentina).  Ha publicado varios artículos y libros, entre ellos: Crítica, clínica y creación.  Deleuze, literatura, pintura (KindleBook, 2013, en preparación), Nudos del lenguaje.  Cuerpo, escritura, voz (Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, 2011), ¿Confiar en el relato? Narración, comunidad, disidencia (Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, 2008).



Cartografía de un arte impersonal


El trayecto no sólo se confunde con la subjetividad de quienes recorren el medio, sino con la subjetividad del medio en sí en tanto que éste se refleja en quienes lo recorren. El mapa expresa la identidad del itinerario y de lo recorrido. Se confunde con su objeto cuando el propio objeto es movimiento…
 

…los mapas se superponen de tal modo que cada cual encuentra un retoque en el siguiente, en vez de un origen en los anteriores: de un mapa a otro, no se trata de la búsqueda de un origen, sino de una evaluación de los desplazamientos
 

Los mapas no sólo deben entenderse en extensión, respecto a un, espacio constituido de trayectos. Hay también mapas de intensidad, de densidad, que se refieren a lo que llena el espacio, a lo que sustenta el trayecto…

 
 

…el mapa de intensidad reparte los afectos, cuyos vínculo y valencia constituyen cada vez la imagen del cuerpo, una imagen siempre retocable o transformable a la medida de las constelaciones afectivas que la determinan…


El devenir es lo que sustenta el trayecto, como las fuerzas intensivas sustentan las fuerzas motrices…


El devenir es lo que convierte el trayecto más mínimo, o incluso una inmovilidad sin desplazamiento, en un viaje; y el trayecto es lo que convierte lo imaginario en un devenir. Los dos mapas, el de los trayectos y el de los afectos, remiten uno al otro…


…el arte dice lo mismo que los niños. Se compone de trayectos y de devenires, con lo que hace mapas, extensivos e intensivos. Siempre hay una trayectoria en la obra de arte…”
 
 
Y como los trayectos son tan poco reales como imaginarios son los devenires, hay en su unión algo único que sólo pertenece al arte. El arte se define así como un proceso impersonal en el que la obra se compone un poco como un cairn, con las piedras que van aportando diferentes viajeros y devinientes (más que volvientes) que dependen o no de un mismo autor. Sólo una concepción de estas características puede liberar al arte del proceso personal de la memoria y del ideal colectivo de la conmemoración. Al arte–arqueología que se hunde en los milenios para alcanzar lo inmemorial se opone un arte–cartografía que se fundamenta en «las cosas de olvido y los lugares de paso»…
 
 
Pero hay algo que distingue esencialmente el arte–cartografía de un circuito turístico: es que corresponde en efecto a la nueva escultura tomar posición sobre unos trayectos exteriores, pero esta posición depende en primer lugar de los caminos interiores a la propia obra; el camino exterior es una creación que no es preexistente a la obra, y depende de sus relaciones internas.
 
 
Un mapa de virtualidades, trazado por el arte, se superpone al mapa real cuyos recorridos transforma. No sólo la escultura, sino toda obra de arte, así la obra musical, que implica estos caminos o andaduras interiores: la elección de tal o cual camino puede determinar cada vez una posición variable de la obra en el espacio. Toda obra comporta una pluralidad de trayectos, que sólo son legibles y sólo coexisten en el mapa, y cambia de sentido según los trayectos que se eligen. Esos trayectos interiorizados no son separables de unos devenires. Trayectos y devenires, el arte los hace presentes unos dentro de los otros; convierte en sensible su presencia mutua, y se define así, invocando a Dioniso como el dios de los lugares de paso y de las cosas de olvido….


Deleuze, G.: Crítica y Clínica.
Barcelona: Anagrama, 2009,
pp. 89-97